Si nunca has tomado un afilado cuchillo para cortar carnada congelada como parte del proceso de recolección de evidencia sobre las migraciones de tiburones, ¡pues déjame contarte que es un hedor terrible!
Pero ver salir del océano a un poderoso tiburón tigre o a un críticamente amenazado tiburón zorro, para ser puestos al cuidado de diligentes científicos para ser medidos, etiquetados y rastreados en nombre de la conservación, hace que cualquier hedor valga totalmente la pena. Estos tiburones marcados podrían ser la clave para asegurar una mayor protección de la vida marina contra de la pesca industrial, la contaminación y otras presiones humanas, y de alguna manera yo tuve la suerte de ser parte de esta misión.
El 3 de mayo de 2021, un equipo de 13 expedicionarios y 8 tripulantes de 6 países diferentes zarpamos del puerto de Quepos en Costa Rica. Durante los siguientes 20 días estaríamos en el mar con un claro objetivo: recopilar datos científicos valiosos en el importante corredor submarino formado por montes submarinos que conectan la Isla del Coco en Costa Rica con las Islas Galápagos en Ecuador, en busca de instar la protección de esta área.
Se considera un ecosistema crítico en el paisaje marino del Océano Pacífico Tropical Oriental, una vasta región oceánica de América Central y del Sur.
Aunque la expedición partió el 3 de mayo, mi viaje comenzó un mes antes, cuando recibí una sorpresa inesperada en mi ciudad natal de Quito, la capital ecuatoriana: era la ganadora de una beca de mentoría creativa de Only One y MigraMar, dos de las más de 20 organizaciones que se unieron para hacer realidad esta expedición científica. A pesar de haber puesto muchísimo esfuerzo al hacer mi aplicación, nunca pensé que sería elegida. Esto significaba que iba a ser miembro del equipo de comunicación encargado de documentar todo el progreso científico realizado en el barco y en el agua, mientras aprendía de la experiencia de algunos de los biólogos marinos que más había admirado a lo largo de mis estudios.
Después de un mes de reuniones digitales preliminares, trámites de visa y muchas otras preparaciones, finalmente partí hacia Costa Rica. Esa primera mañana, emprendimos un viaje de 36 horas desde Quepos a la Isla del Coco a bordo del barco Sharkwater. Increíblemente, el Sharkwater solía ser un barco pesquero japonés, que ahora ha sido modificado para cumplir con un nuevo propósito: albergar proyectos de investigación marina y conservación de tiburones.
Desde el momento en que llegamos, todo el equipo entró en acción. Visitamos ocho sitios y montes submarinos a lo largo de la MigraVía Coco-Galápagos, donde estudiamos la diversidad, la abundancia, el uso del hábitat y el ADN ambiental para comprender mejor el comportamiento temporal y espacial de especies altamente migratorias. Utilizamos técnicas como BRUVS (Sistema Remoto de Video Submarino con Cebo), observación de vida silvestre y, como mencioné anteriormente, marcaje de tiburones.
¡Estudiar la vida silvestre en el océano no es fácil y a menudo está lejos de ser glamuroso! El marcaje de tiburones también puede ser emocionalmente intenso: cada momento de marcaje consistía en 10 minutos de adrenalina pura.
Los pescadores expertos de nuestra tripulación tenían que luchar tanto con la corriente como con la fuerza del tiburón para sacar a la criatura del agua sin causarle daño alguno. Una vez que el tiburón estaba a bordo, se necesitaban entre cuatro y cinco personas para sujetar cuidadosa pero firmemente las aletas, cola y el cuerpo del tiburón para inmovilizar al animal y ponerle una manguera de agua en su boca que le permitiese seguir respirando normalmente. Una vez a bordo, los científicos tomaban datos importantes como el tamaño corporal y la determinación sexual, y se sujetaba una marca satelital a la aleta dorsal del tiburón. El marcaje es completamente seguro cuando se hace correctamente y permite a los científicos aprender más sobre los movimientos migratorios de los tiburones; datos como este luego pueden ser utilizados para ayudar a asegurar su protección.
Todos los días el equipo entregó toda su paciencia, fuerza y pasión en cada una de nuestras actividades. Y aunque había ocasiones en que todo el mundo estaba agotado, las sonrisas y risas nunca faltaron. Estábamos haciendo lo que amábamos.
Por suerte para nosotros, como parte del arduo trabajo, pudimos explorar las maravillas submarinas que son parte de la MigraVía. Tuvimos el privilegio de bucear en dos sitios considerados como las joyas de la corona del buceo y son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO: la Isla del Coco y el Arco de Darwin. Las aguas que rodean ambas islas son conocidas por su extraordinaria riqueza biológica. Durante las inmersiones, quedé encantada por las docenas de tiburones punta blanca, punta negra y martillo que nos rodeaban, enormes rayas y tortugas, y cientos de peces. Me sorprendió la calma con la que los tiburones se acercaban a nosotros. Llegaron a estar a tan solo unos pocos metros de distancia, nunca mostraron agresividad y de hecho, a veces incluso mostraban curiosidad.
La mañana después de salir del Arco de Darwin, mientras navegábamos a nuestro siguiente sitio de estudio, recibimos una noticia inesperada: el Arco se había derrumbado debido a la erosión natural del viento y las olas. Al principio pensamos que era una broma, o una noticia falsa, pero, en realidad, el Arco se había ido. Ninguno de nosotros podía creerlo, y una extraña sensación de pérdida se apoderó de todos nosotros.
El colapso del Arco me hizo reflexionar profundamente sobre la región del Pacífico Oriental en su conjunto. Si en ese momento sentíamos una sensación de pérdida tan fuerte, ¿qué sentiríamos en el momento en que el último tiburón de la Isla Darwin fuera capturado por las flotas pesqueras?
¿Y si perdiéramos a todas las especies que hacen que el Arco de Darwin sea tan icónico? Un evento geológico natural como el colapso del Arco no se puede detener, pero el colapso biológico, en este caso impulsado por la pesca industrial, la contaminación y la destrucción del hábitat en la MigraVía, puede y debe ser detenido. Estas preocupaciones permanecieron en mi mente durante varios días, confirmando una y otra vez por qué es tan urgente que le demos a la MigraVía Coco-Galápagos un respiro de todas las presiones humanas que enfrenta y aseguremos un futuro mejor para la vida marina y para los millones de personas que dependen de un océano saludable.
El camino para proteger a los tiburones y otras especies marinas de la región Oriental del Pacífico Tropical es todavía largo. Pero para el final de la expedición, aprendí cómo la colaboración multinacional y multidisciplinaria pueden marcar una diferencia real en los esfuerzos de conservación de los océanos.
Cada uno ha luchado durante décadas en muchos frentes —ciencia, política, educación— para exigir una mejor protección de la vida silvestre, y están enseñando a las nuevas generaciones sobre la importancia de cuidar los recursos oceánicos. Ellos eligieron posicionarse del lado del océano y sus hermosas pero vulnerables criaturas para darles una voz, y ahora, yo también elijo lo mismo.